Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

miércoles, 8 de febrero de 2017

Gobierno de La Habana anuncia precios para taxistas privados




Foto: Jose M. Correa
La Habana.-A continuación trasmitimos la siguiente nota de prensa enviada por el gobierno en la capital cubana: "Por el Acuerdo 185/2016 del Consejo de la Administración Provincial de La Habana, de fecha 14 de julio del 2016, se acordó No permitir el incremento de los precios referenciales máximos que se venían cobrando hasta el 1ro de julio del 2016, y ante la necesidad de proteger a la población por el fraccionamiento de las rutas de los Trabajadores por Cuenta Propia con Licencia de Operación del Transporte.
A continuación, se informan los Precios referenciales de las rutas según el origen y destino, con los tramos intermedios.
Para lo cual se tuvo en cuenta las posibles salidas y recorridos que son utilizados por los Trabajadores por Cuenta Propia con Licencia de Operación del Transporte; reiteramos el obligatorio cumplimiento de los precios referenciales máximos  según la salida o retorno en la ruta que utilicen, y previa información al usuario.
Las violaciones, ya sea por denuncia que se reciban de la población, o por resultado de las acciones de control, conllevan a la cancelación de la Licencia de Operación del Transporte o según sea el caso la denuncia y el procesamiento como corresponda, que puede incluir el decomiso del medio de transporte.  

RUTA 1: PARQUE EL CURITA HASTA LA PALMA. PRECIO. 15.00 CUP.

1. Salida o retorno del Parque El Curita, hasta La Calzada Diez de Octubre y Vía Blanca. PRECIO. 5.00 CUP, hasta La Víbora. PRECIO 10.00 CUP y hasta La Palma. PRECIO 15.00 CUP.

2. Salida o retorno de La Calzada Diez de Octubre y Vía Blanca, hasta La Víbora. PRECIO. 5.00 CUP y hasta La Palma. PRECIO. 10.00 CUP.

3. Salida o retorno de La Víbora, hasta La Palma. PRECIO. 5.00 CUP

RUTA 2: PARQUE EL CURITA HASTA LA VEREDA, LA LISA. PRECIO. 20.00 CUP.

4. Salida o retorno del Parque El Curita, hasta Calzada Cerro y Boyeros. PRECIO 5.00 CUP, hasta 100 y 51. PRECIO.10.00 CUP, hasta Plaza Marianao. PRECIO.15.00 CUP y hasta La Vereda, La Lisa. PRECIO 20.00 CUP.

5. Salida o retorno de la Calzada Cerro y Boyeros, hasta 100 y 51. PRECIO 5..00 CUP, hasta la Plaza de Marianao. PRECIO 10.00 CUP y hasta La Vereda. PRECIO 15.00 CUP.

6. Salida o retorno de 100 y 51, hasta la plaza de Marianao. PRECIO 5.00 CUP y hasta La Vereda. PRECIO 10.00 CUP.

7. Salida o retorno de Plaza Marianao, hasta La Vereda. PRECIO 5.00 CUP.

RUTA 3: PARQUE EL CURITA HASTA EL HOSPITAL MILITAR. PRECIO. 10.00 CUP.

8. Salida o retorno del Parque El Curita, hasta 21 y L (Coppelia), Vedado. PRECIO. 5.00 CUP, hasta Hospital Militar. PRECIO 10.00.

9. Salida o retorno de 21 y L (Coppelia) Vedado, hasta Hospital Militar. PRECIO. 5.00 CUP.

10. Salida o retorno de 41 y 42 en Playa, hasta Hospital Militar. PRECIO. 5..00 CUP.

RUTA 4: PARQUE EL CURITA HASTA SANTIAGO DE LAS VEGAS. PRECIO. 20.00 CUP.

11. Salida o retorno del Parque El Curita, hasta Calzada Cerro y Boyeros o Ciudad Deportiva. PRECIO. 5.00 CUP, hasta Boyeros y Puente 100. PRECIO.10.00 CUP, hasta Fontanar. PRECIO.15.00 CUP y hasta Santiago de Las Vegas. PRECIO. 20.00 CUP.

12. Salida o retorno de la Calzada Cerro y Boyeros o Ciudad Deportiva, hasta Boyeros y Puente 100. PRECIO. 5.00 CUP, hasta Fontanar. PRECIO. 10.00 CUP y hasta Santiago de Las Vegas. PRECIO. 15.00 CUP.

13. Salida o retorno de Boyeros y Puente 100, hasta Fontanar. PRECIO. 5.00 CUP y hasta Santiago de Las Vegas. PRECIO. 10.00 CUP.

14. Salida o retorno de Fontanar, hasta Santiago de Las Vegas. PRECIO. 5.00 CUP.

RUTA 5: PARQUE EL CURITA HASTA PARADERO PLAYA. PRECIO. 20.00 CUP.

15. Salida o retorno del Parque El Curita, hasta 21 y L (Coppelia) Vedado, PRECIO. 5.00 CUP, hasta Túnel de Línea. PRECIO. 10.00 CUP, hasta 3ra y 70 o 31 y 60. PRECIO. 15.00 CUP y hasta el Paradero Playa. PRECIO. 20.00 CUP.

16. Salida o retorno de 21 y L (Coppelia), Vedado, hasta el Túnel de Línea. PRECIO. 5.00, hasta 3ra y 70 o 31 y 60. PRECIO. 10.00 CUP y hasta el Paradero Playa. PRECIO. 15.00 CUP.

17. Salida o retorno del Túnel de Línea, hasta 3ra y 70 o 31 y 60. PRECIO. 5.00 CUP y hasta el Paradero Playa. PRECIO. 10.00 CUP.

18. Salida o retorno de 3ra y 70 o 31 y 60 en Playa, hasta el Paradero Playa. PRECIO. 5.00 CUP.

RUTA 6: PARQUE EL CURITA HASTA GUANABACOA. PRECIO. 20.00 CUP.

19. Salida o retorno del Parque El Curita, hasta Hospital Miguel Enríquez.. PRECIO. 5.00 CUP, hasta la Virgen del Camino. PRECIO. 10.00 CUP, hasta el Cementerio Regla. PRECIO. 10.00 CUP, hasta Vía Blanca y Corral Falso. PRECIO. 15.00 CUP y hasta Guanabacoa. PRECIO. 20.00 CUP.

20. Salida o retorno del Hospital Miguel Enríquez, hasta la Virgen del Camino. PRECIO. 5.00 CUP, hasta Vía Blanca y Corral Falso. PRECIO. 10.00 CUP y hasta Guanabacoa. PRECIO. 15.00 CUP.

21. Salida o retorno de la Virgen del Camino, hasta Vía Blanca y Corral Falso. PRECIO. 5.00 CUP y hasta Guanabacoa. PRECIO. 10.00 CUP.

22. Salida o retorno de Vía Blanca y Calzada Guanabacoa, hasta Guanabacoa.. PRECIO. 5.00 CUP.

¿Estamos teniendo en Cuba una conversación equivocada sobre la desigualdad?





Foto: Ovilder Mendez/Flickr (CC BY-NC-ND 2.0)

OXFAM es una conocida organización no gubernamental (ONG) que, entre sus incontables acciones de mérito, produce un informe crítico anual que se publica en las vísperas de la inauguración de la conferencia anual de Davos. OXFAM y Davos son entidades muy contrapuestas. La primera es una de las ONGs más activamente comprometidas en movilizar a la sociedad civil para la lucha contra la desigualdad. Davos es una conferencia convocada por y para “la crema de la crema” por la que desfilan presidentes, banqueros, millonarios, académicos y “luminarias” que se esfuerzan por convencernos de que al mundo le iría mejor si es gobernado sin interferencias por una élite global.

Sin embargo, desde 2014, cuando OXFAM publicó el primero de esos documentos, estos han logrado captar progresivamente la atención de la gente. En enero de 2017, el informe de OXFAM, titulado “Una economía para el 99%”, impuso la atención mediática sobre la desigualdad, porque tuvo la capacidad de hacer muy visible uno de los principales problemas de las sociedades contemporáneas. Difícilmente podía pasar desapercibido un informe que revelaba que desde 2015, el 1 por ciento de la población más rica del mundo disponía de más riqueza que todo el resto de la población del planeta y que tan sólo ocho personas (ocho hombres en realidad), poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial: 3,600 millones de personas.

¿Agarrar el toro por los cuernos o pasar de puntillas por su lado?

Una de las consecuencias que tuvo el informe de OXFAM y su difusión global fue incentivar debates en muchos países sobre la desigualdad a nivel nacional. Cuba no fue uno de ellos, pero no necesariamente porque este no sea un tema relevante para la Isla. De hecho, la igualdad social –incluyendo una distribución relativamente equitativa de la riqueza y del ingreso, aunque no limitándose a ello- pudiera ser más importante para el futuro socialista del país, que otras de las características de la visión de la nación que oficialmente se han identificado. Un país puede ser soberano, independiente, próspero, democrático y sostenible, pero si genera creciente desigualdad, de una cosa pudiera estarse seguro: su sistema no sería socialista.

La estrategia y las políticas de la “actualización” deberían contar con mecanismos que permitieran conocer con certeza –al gobierno y, sobre todo, a los ciudadanos- si los efectos de las medidas económicas que se adoptan conducen hacia la igualdad o si, por el contrario, generan más desigualdad. No se trata solamente de una cuestión de información, sino que es importante desde el punto de vista político.

En primer lugar, porque ningún programa que se considere socialista, logrará un apoyo político vigoroso si no es capaz de convencer a sus bases políticas de que hará avanzar el país hacia un futuro de justicia social superior. Para eso no bastan los discursos y las teorizaciones. Se necesita exhibir un resultado medible de distribución más equitativa de los resultados del crecimiento económico. En segundo lugar, se precisa monitorear sistemáticamente –gobierno y ciudadanos- el impacto de las políticas sobre la desigualdad para poder rectificar decisiones que, quizás teniendo algunos efectos positivos, por ejemplo, un mayor crecimiento económico, pudieran ampliar las diferencias sociales.

Todo lo anterior hace imprescindible disponer de indicadores confiables y actualizados sobre la distribución del ingreso y de la riqueza. Hacer un debate político sobre un modelo socialista y sus políticas públicas sin medir la desigualdad es un ejercicio raro, para decirlo amablemente.

Esos indicadores, y los datos estadísticos que se necesitan para construirlos, son bien conocidos y muy ampliamente utilizados en muchos lugares. Probablemente el llamado coeficiente de Gini sea el más popular de los indicadores de desigualdad, pero recientemente han comenzado a utilizarse otros indicadores como el denominado índice de Palma. Son indicadores que permiten medir los por cientos de los ingresos que son “capturados” por determinados segmentos de la población. Es el tipo de medición que permite conocer, por ejemplo, qué parte del ingreso total que reciben los ciudadanos del país se concentra en el 10 por ciento más “rico” de la población, o cuantas veces tienen más ingresos el 10 por ciento de los “ricos” en comparación con el 40 por ciento más “pobre” de la población.

Los índices como el de Gini y el de Palma pueden ser políticamente “incómodos” en contextos en los que el incremento de la desigualdad va acompañado de un bajo crecimiento económico. En circunstancias distintas, cuando se agudiza la distribución no equitativa del ingreso en un entorno de alto crecimiento, la desigualdad sigue siendo un tema político complicado, pero generalmente es manejable. En el caso de Cuba se conoce que la “actualización” ha tenido lugar en un contexto de bajo crecimiento económico, pero no se dispone públicamente de una medición precisa respecto a la desigualdad.

¿Pudiera explicarse la parquedad analítica que sobre la desigualdad se observa hoy en el debate público nacional como el resultado de la probable coexistencia de una mayor desigualdad y de un menor crecimiento?

¿Es políticamente efectivo evadir la discusión pública de la mayor desigualdad que pudiera existir hoy en Cuba?

¿Es éticamente correcto esquivar el tema de la desigualdad social en los debates políticos del país?

No poseo respuestas acabadas para estas preguntas, pero considero que es políticamente útil plantearlas abiertamente.

La desigualdad y el apagón estadístico cubano

La última vez que se tuvo noticia de una cifra del coeficiente de Gini calculada por una institución oficial cubana fue en 2004, cuando en el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE), la Dra. Angela Ferriol, estimó el coeficiente de Gini en un valor promedio de 0,38 para el periodo 1996-1998. Anteriormente, la economista Lía Añé –entonces investigadora del Centro de Estudios de Población y Desarrollo- había estimado un coeficiente de Gini de 0,407 para el año 1999. Desde esa perspectiva, el coeficiente de Gini más actualizado para Cuba se remonta a 17 años atrás. No conozco otras cifras oficiales de carácter público más recientes, pero quizás pudieran existir.

Estaríamos, entonces, frente a datos sociales de una Cuba que ya no existe desde hace rato. Carmelo Mesa-Lago publicó un estudio en la Revista de la CEPAL (No. 86, 2005) que sintetiza muy bien el tema del cálculo del coeficiente Gini de aquel período en Cuba, incluyendo información detallada sobre las distintas fuentes de los datos.

Las cifras del coeficiente de Gini de los últimos años del siglo XX en Cuba indicaban un considerable deterioro del indicador en relación con la década previa al llamado “Periodo Especial”. Ese coeficiente –cuyos valores se mueven entre 1 y cero- expresa una distribución más equitativa del ingreso en la medida en que el coeficiente tiene un valor menor. Cuando se toma en cuenta que el coeficiente había sido estimado en 0,22 en 1986, eso significa que en el año 1999 (con un valor de 0,407) el indicador empeoró en un 85 por ciento. Si el dato inicial que se toma es el 0,25 de 1989, entonces el deterioro del coeficiente habría sido de 63 por ciento. Alternativamente, si se adopta como cifra final el valor calculado para 1996-1998 (0,38), el empeoramiento habría sido de 52 por ciento en relación con 1989 y de 72 por ciento en comparación con 1986.

En el mejor de los casos se habría producido un empeoramiento de más del 50 por ciento en aproximadamente una década. Se trataría, por tanto, de un caso de deterioro fulminante de un indicador básico de la distribución del ingreso. No es el tipo de variación estadística que pueda ser minimizado, ni por los académicos, ni por los políticos. Ante esos datos, la hipótesis plausible sería que se produjo un incremento de la desigualdad a partir del inicio del llamado “Periodo Especial”. Estamos hablando de correlación y no de causalidad. Las causas específicas que pudieran explicar el proceso necesitan de análisis particulares. Estos han sido realizados por especialistas cubanos y extranjeros, pero no es un tema que abordamos aquí.

Además de las dos instituciones oficiales anteriormente citadas, varias entidades académicas cubanas han producido valiosos estudios sobre los temas de pobreza y desigualdad en Cuba en los últimos 20 años, entre estas: el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el Centro de Estudios de Economía Cubana (CEEC), y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de la Universidad de La Habana. Los antropólogos cubanos han producido, igualmente, excelentes estudios de caso sobre pobreza y desigualdad en el país.

Después de aquellas estimaciones oficiales ha existido un apagón estadístico respecto a la divulgación de la medición de la desigualdad. ¿Cuál es el coeficiente de Gini actual de Cuba? La respuesta es fácil: nadie que dependa de la información pública puede saberlo. Estamos en la oscuridad total.

Ciertamente, ni el coeficiente de Gini ni el índice de Palma -parece que todavía nadie ha calculado este último para Cuba- son indicadores perfectos para expresar un fenómeno tan multidimensional como la desigualdad, pero como dijo Charles Babbage, conocido como el padre de la computación: “se cometen muchos menos errores cuando se utilizan datos inadecuados que cuando no se usa dato alguno”.

Discurso, realidad, y debate político

El discurso contemporáneo oficial sobre la igualdad social en Cuba se articula principalmente a partir de dos componentes: una narrativa normativa sobre la igualdad (lo que debería ser), y la evidencia relativa a los bienes y servicios públicos provistos por los programas de salud, educación, seguridad social y otros, que efectivamente desempeñan una función positiva en materia de igualdad social. Sin duda, ambos componentes son racionales e importantes.

Sin embargo, falta un componente crucial: la evidencia que permitiría confirmar si desde que comenzó la “actualización” (en 2011) habría disminuido, o por el contrario habría aumentado, la desigualdad. Como se ha indicado antes, ese es un componente que no puede existir en ausencia de indicadores específicos para medir la desigualdad.

Cuando en el debate actual se trata de sustituir esa evidencia (la que medirían los indicadores de desigualdad) por una combinación de discurso normativo y de otro tipo de evidencia relativa a los indicadores de salud y educación, la perspectiva resultante es incompleta y distorsionada. De hecho, pudiera inducir a pensar que la desigualdad es un problema relativamente menor (ni siquiera habría que tomarse la molestia de medirla) y que es factible de ser “manejada” mediante programas sociales universales como la salud y la educación, y mediante programas de asistencia focalizados en grupos poblacionales “en riesgo”. Sin embargo, en realidad la desigualdad social es un proceso mucho más complejo que tiene factores causales muy importantes en el empleo, los salarios, los ingresos no salariales, y la conversión de determinados bienes en activos económicos, por citar solo algunos.

En principio, determinadas dinámicas económicas pudieran perturbar la distribución de riquezas y de ingresos hasta el punto en que inclusive la existencia de amplios programas sociales no sería suficientes para evitar un incremento de la desigualdad. ¿Se encuentra Cuba en esa situación? Por el momento no disponemos de los datos necesarios para hacer una discusión pública del asunto, pero sin dudas es el tipo de conversación que deberíamos tener sobre la igualdad y la desigualdad nacional.

Los datos de los resultados de los programas sociales –relevantes en sí mismos- no permiten comprobar por sí solos si la sociedad se ha movido hacia la igualdad o hacia la desigualdad. Para eso se necesitan los indicadores específicos que miden la desigualdad. Cabría la posibilidad de que tales indicadores estén siendo calculados sistemáticamente de manera oficial pero que estos no se divulguen. Si ese fuera el caso, se dispondría entonces –en círculos limitados- de importantes datos para adoptar decisiones de políticas públicas fundamentadas en una medición de la realidad.

Pero si ese fuera el caso, también estaría empobreciéndose el debate político nacional al desalojar de la discusión pública amplia una evidencia crucial respecto a las dinámicas de la desigualdad. Eso pudiera ser un problema político. Uno grande. Pocos temas son políticamente tan sensibles como la desigualdad. Dejar de hablar sobre el problema no lo resuelve. Limitar la posibilidad de que la gente lo discuta tiende a distanciar el discurso político de la realidad cotidiana de la vida de los ciudadanos. ¿Dónde estaría la ventaja política de hacer eso?

Una sociedad que no se adapta a sus cambios



LA HABANA. A comienzos de 2017, Cuba es en muchos sentidos un país muy diferente a 1990. Dos décadas y media de grandes acontecimientos han marcado profundamente a una nación convencida de que ocupa un lugar singular en el mundo.

En 1989, el Estado cubano controlaba directamente una proporción abrumadora de las empresas y activos en la economía. El 90% de los trabajadores estaba empleado en el sector público; y esencialmente todos los factores e insumos se asignaban de acuerdo a los criterios establecidos por el gobierno a través de los diversos entes de la planificación central.

En ese esquema, el Estado captaba con facilidad las rentas que se generaban, la mayor parte de estas en el comercio exterior, y estos recursos luego se redistribuían de acuerdo a diversas prioridades, tanto productivas como sociales. El control del empleo y los ingresos permitía ejercer una influencia determinante en los niveles de consumo y la distribución de la riqueza. El pleno empleo y un bajo diferencial salarial eran componentes centrales de ese modelo, que propició niveles de equidad comparables a los de naciones avanzadas con sólidos estados de bienestar. Las políticas sociales universales eran dominantes y casi nunca se establecían criterios de diferenciación para el acceso a servicios públicos y subsidios.

Los logros sociales de esa etapa son indiscutibles, y son aún más impresionantes teniendo en cuenta un desempeño bastante más discreto en la esfera económica. La compensación externa que suponía la Unión Soviética y el CAME fueron factores claves en la aparente solución de esas contradicciones. Como es bien conocido, ese modelo hizo aguas desde el inicio de la década de los noventa.

Un diagnóstico que se hizo popular en aquellos momentos ubicó al origen de la crisis en factores externos y pronosticó que la recuperación de los niveles de actividad económica nos devolvería casi automáticamente a la sociedad pre-crisis. No obstante, con la crisis cambiaron elementos mucho más esenciales que el Producto Interno Bruto.

El camino elegido para recuperar la vitalidad económica ha tenido efectos duraderos sobre las estructuras sociales. Dos aspectos merecen ser destacados. En primer lugar, el crecimiento económico no se ha correspondido con una recuperación similar del bienestar en todos los hogares. Aunque la economía se diversificó respecto a su estructura sectorial tradicional, resalta la escasez de actividades verdaderamente dinámicas en el panorama productivo. Y una reforma a medias acentuó las fallas estructurales del modelo. En ese contexto, creció una exuberante economía informal, que se ceba tanto en las limitaciones del control administrativo, como en la ineficiencia de la distribución y las escaseces recurrentes.

De otro lado, la depresión de los salarios reales, inicialmente concebida como símbolo de la repartición equitativa de los costos de la crisis y el ajuste subsiguiente, llegó para quedarse. En ese proceso, se ha venido resquebrajando el valor del empleo público, ahora sinónimo de estrechez e incapacidad para ascender en la pirámide social. Ante esta situación, las familias fueron diseñando y poniendo en práctica un conjunto de estrategias para asegurar la viabilidad del hogar. Algunas de las soluciones observadas rayan en lo obsceno, pero son en última instancia consecuencia del impacto que tuvieron que enfrentar.

Aquí se fueron consolidando fuentes de riqueza desvinculadas del valor social de la actividad que las propicia. También comenzaron a operar nuevamente aspectos históricos que parecían dormidos en el esquema anterior, pero que recobraron su capacidad para explicar trayectorias de ingreso y consumo. Se podrían mencionar la propiedad de ciertos activos altamente valorados como casas, apartamentos y automóviles, lugar de residencia, y redes sociales dentro y fuera de la Isla.

En la Cuba contemporánea, el Estado emplea todavía a un 70% de la fuerza de trabajo. Pero su influencia en el consumo real de los hogares está muy por debajo de esa cifra. Ponderando, por el consumo efectivo que hace posible, los pagos del sector público representan menos de la mitad del ingreso total en la mayoría de los hogares. La capacidad de incidir decisivamente sobre la distribución de la riqueza se ha visto notablemente disminuida. El resultado ha sido una creciente disparidad de ingresos anclada en dimensiones de largo recorrido, junto a las contradicciones propias de nuestro modelo económico y el retraso en la actualización de las políticas sociales.

Otro elemento que cambió radicalmente fue la relación con la economía y sociedad internacionales. El despegue del turismo internacional, la inversión extranjera, la cercanía de la emigración cubana e Internet constituyen factores de gran incidencia en la creciente interacción con el resto del mundo. Las remesas se convirtieron en una fuente apreciable de ingresos en divisas.

Hoy llegan a Cuba más personas que nunca antes en la historia. Más cubanos viajan al exterior por cualquier razón que en algún momento del pasado. Un número creciente de empresas mantiene operaciones en el país, tanto comerciales como de inversión. El acceso a Internet sigue siendo limitado, pero ha crecido apreciablemente desde 2011. Todo ello supone que el flujo de información desde y hacia Cuba ha aumentado exponencialmente desde 1989. Ese intercambio ajusta modos de pensar y actuar que no siempre transcurren de acuerdo a lo que se considera el paradigma preferido.

Estamos hablando de una sociedad heterogénea, con cierta estratificación, con un nivel creciente de transnacionalización, donde muy frecuentemente se persiguen las fuentes de progreso más allá de sus fronteras, incluso a través de canales tan tremendos como la emigración irregular. La transformación es de gran magnitud y varios elementos apuntan a que puede acelerarse en los próximos años.

A pesar de ello, es bastante común que los enfoques para entender esta realidad no guarden la debida correspondencia. La actualización de nuestro paradigma de progreso no ha tenido lugar todavía. En el esfuerzo de desarrollo las capacidades endógenas quedan en un segundo plano. El capital foráneo disfruta de mayores garantías que el naciente sector privado doméstico. Las nuevas fuentes de empleo fuera del sector público no se corresponden con la inversión en educación realizada en cinco décadas. En el mantenimiento de un objetivo de igualdad impracticable en nuestras circunstancias se mantiene un modelo de garantías sociales que muy bien exacerba la desigualdad, en tanto ciudadanos en condiciones muy diferentes reciben el mismo apoyo público.

Internet es parte indisoluble de las sociedades contemporáneas. Retrasar su despliegue equivale en las actuales circunstancias a limitar severamente el desarrollo de las fuerzas productivas.

Las estructuras de representación y participación ciudadanas tienen que adaptarse a esta nueva estructura socioeconómica so pena de ceder legitimidad. La creatividad de los hogares, individuos y redes ponen en aprietos constantemente al modelo tradicional de toma de decisiones basado en el enfoque “desde arriba hacia abajo”. Los medios de difusión están llamados a representar plenamente estas nuevas dinámicas.

La inmensa mayoría de los factores estructurales que explican la conformación y evolución del modelo cubano hasta el presente, se han modificado radicalmente o están en vías de serlo en muy pocos años. Elementos tales como un liderazgo político marcado por el carisma y la legitimidad que otorgan la historia; la existencia de socios externos capaces de proveer un marco excepcional de apoyo económico y político; una relativa homogeneidad de la población cubana a partir de reducidas disparidades de ingreso, composición demográfica y formación político-ideológica; cierto aislamiento económico relativo del resto del mundo como consecuencia del bloqueo norteamericano; están siendo desafiados en estos momentos.

Este tsunami socioeconómico tarde o temprano tendrá que ser reconocido por las políticas públicas y forzará un rediseño institucional de amplias proporciones. Las opciones se limitan a si queremos ser nosotros los arquitectos de esa transformación o si las circunstancias nos forzarán a tomar decisiones apresuradas…

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